Verbo Azul trae en esta tarde lluviosa de noviembre un poema de uno de nuestros más versátiles compañeros. Nada le es ajeno, la Poesía, la Pintura, la Filosofía, la Pedagogía son labores en las que este “Leonardo del siglo XXI" se mueve como pez en el agua, junto con algunas otras que no detallo por no ser demasiado prolijo.
Estoy hablando de Fernando Fiestas García, del que añado algunas notas bibliográficas tomadas un artículo sobre su reconocimiento como Miembro de Honor de la UNEE.
Fernando Fiestas García (Melilla, 1962). Es doctor en Bellas Artes, especialidad de Pintura, por la Universidad Complutense de Madrid, y desarrolla su actividad creadora como poeta y pintor. En el ámbito literario ha publicado varios poemarios, y colaborado en publicaciones antológicas de colectivos literarios, algunos de ellos de Madrid, donde reside.
Está en posesión del Premio Soledad Escassi, del Círculo de Bellas Artes de Madrid (2014), y fue finalista en el I Certamen “Casco Histórico de Toledo (Toledo, 2012). Es miembro directivo y asesor artístico del grupo literario “Verbo Azul”, donde participa activamente en sus actividades y publicaciones, y pertenece a la Unión Nacional de Escritores de España, colaborando igualmente en los actos desarrollados por su Delegación Regional en Madrid. Entre sus participaciones en publicaciones internacionales destaca la del III Encuentro Hispanomarroquí de Poesía (Tetuán, Marruecos 2.013).
Como pintor ha expuesto su obra tanto en Madrid como en otras capitales españolas y Portugal. Junto a otros artistas plásticos españoles ha expuesto igualmente, además de en España, en Bélgica, Luxemburgo, Austria y Bulgaria, entre otros países europeos. Su obra pictórica ha sido reconocida con el Premio Ciudad de Lanjarón (1989, Granada) y el segundo premio del C.A.M.F. (1993, Madrid).
Regalamos a los visitantes este hermosísimo poema de su libro “El temblor común” y en la parte gráfica algunas de sus pinturas y dibujos:
Y mirar pertenece
a la circunscripción de cualquier preferencia,
tomamos los modelos
que nos recuerden a algo fuera de nuestro alcance.
De la luna dependen los tonos de la noche;
si es llena, los murmullos armonizan
entre sapos y grillos;
si es un cuerno de plata,
millares de devotos la veneran
arrodillados;
si está partida, voces riendo quiebran
la quietud de las calles;
si es nueva, cada casa
duerme bajo su propia luna.
En el alba los ruidos dimensionan
a los objetos mientras sus siluetas
abarcan lo inmanente;
es cuando todos tratan de dar forma
a lo bello ante el sol.
Durante la mañana
la mente ya galopa
con ideas trepando sin concierto,
son las horas de las medias palabras
en plenos escenarios.
Al mediodía los sentidos
se renuncian despaciamente,
sus mitades se enlazan entre sílabas
con musicalidad,
lo intacto se desluce
y las sombras se niegan.
Y en la tarde madura
como manzana a punto
de caer del pensil,
ya se piensa en las tareas pendientes;
y la llaman declive,
cuando nace otra nueva noche, nueva vida.
De “En el temblor común”
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