Germán Pinto Recuero

Nacido en 1949 en Los Navalmorales (Toledo), reside en Alcorcón. En la actualidad es pensionista, Inspector-Jefe jubilado del C.N.P. Desde su primera juventud, en que descubrió la literatura, sus preferencias se han centrado en la poesía. Lorca, Machado, Vallejo, Gerardo Diego, Miguel Hernández, Vicente Aleixandre, Claudio Rodríguez (por citar a los más destacados) cuentan entre sus autores más leídos. 

Poemarios publicados:
EN ESTA TARDE HUMANA. Asociación Mesa de Trabajo por los Navalmorales. Año 2000.
- PÁJAROS MUERTOS EN LA NIEBLA. Huerga y Fierro. Madrid. Año 2002. Galardonado con el premio Local de Poesía “Villa de Leganés”.

Otros galardones:
- LA CRUZ DE PIEDRA: Primer premio de Poesía.
- EL PORTALÓN: Segundo premio de narrativa.
    Ambos otorgados en el I Certamen  Literario “Gregorio Peces  Barba“del año 2007, convocado por la Almucat de la Universidad Carlos III de Madrid.
- AÑONUEVO: Segundo premio de Poesía en el VI Certamen Literario “Rafael Morales” de 2008. También de la Universidad Carlos III de Madrid.

Textos: Germán Pinto Recuero

LAS HOJAS DE LOS ARBOLES CAÍDAS

 Se me escapa el verano, y el otoño 
pasea por el parque con espinas 
de hielo en las acacias.

Hablar de cerca a Dios cuesta trabajo
si miramos tan sólo los estíos, 
su momento frutal...

Pero el otoño,
con mejillas de oro y desaliento,
desnuda el alquitrán y las aceras, 
desasiste las ramas de los chopos,   
pone lenguas de frío en el costado:  
propicia la estación adecuada.

Y es en esos instantes cuando llega,
desde la soledad, un ser desnudo
que devora los frutos del ocaso
y descubre el tic-tac de los relojes.

Chantajea la fuga
del verano caliente y del otoño 
dorado, tras la luz de mi ventana. 

Y es en esos instantes cuando el miedo,
que viste los colores del invierno,
desliza sus reptiles 
por los torpes rincones de la carne, 
acuartela su lecho en la camisa 
a través de la médula del tiempo. 

Y entonces es posible
hablar de cerca a Dios,
porque es entonces 
cuando el invierno llega y se deshacen 
las hojas de los árboles caídas. 


HE PISADO LOS CHARCOS

Me gusta caminar bajo la lluvia,
andar sobre las aguas del otoño,
apaciguar mis pies y mis derrotas…

He pisado los charcos 
y las hojas doradas de noviembre. 

He pisado los charcos
con mirada de barro en las costuras 
de mis botas enanas, 
con el pecho encogido de una virgen marchita. 

He pisado los charcos
y la sombra que apaga sus candelas 
en los cansados duendes de la tarde. 

He pisado
la lluvia entre dos luces,
el veneno amarillo de las risas amargas,
las punzadas de un cáliz
abierto como un hierro en el costado.   

He pisado la noche y el olvido,
el miedo clandestino
a un gigante que vela mi epitafio.

He bebido del rostro y del tormento
de un dios en su espesura.

He caminado charcos infinitos
sobre las aguas viejas del otoño.

He pisado los charcos…, 
he pisado.


PUERTO CHICO

José Hierro. 
Santander. Verano, 2008.


Estabas frente al mar. 
Eras la tarde.

Rizabas suavemente
miradas marineras en el vuelo
de espesas gaviotas.

Estabas junto al mar y sus espumas, 
al paso de las gentes y del día,
al paso de mis pasos que acosaban  
sin rumbo las arenas.  

Y el fondo era mi sed, su turbio cielo,
con sus peces desnudos.

Mas tus versos 
colgaban de los brotes de la brisa, 
recorrían el puerto y los navíos, 
navegaban la tarde
en un gesto cabal, de hombre sereno...

Tus palabras,
de aire y de metal,  
decían tu verdad con velos blancos,
oscuros velos blancos, 
en un quiebro gentil de cercanía,
nacida de tu mar con oros nuevos. 

Y tú estabas allí, donde quisiste,
dorado con el sol de las tormentas,
con el sol que se enluta en los diluvios 
pero luego descubre con la calma
el brillo en las pupila
de los seres desnudos.


EN LA TORRE

La torre de mi pueblo no la puedo olvidar…
CANCIÓN  POPULAR


Entre su piedra gris, 
desde el conjuro
del bronce y su tañido,
desde el viejo din-don de las campanas.

Unido en los metales
que habilitan
los duendes del pasado,
amos de la armonía y la inocencia.

En las juntas del aire, 
lugar donde pernoctan los prodigios, 
los nimbos de la infancia y las alondras,
y donde las cigüeñas son vigías,
capataces del tiempo encaramadas
sobre el aura dorada del verano. 

En el vuelo floral de la distancia,  
posible de ensanchar la primavera
con su verdor alado.

En esta torre, al son de lo infinito,
derrochando el otoño su paisaje, 
correteé la luz del horizonte  
por las cimas del cielo y sus estepas.

Por la raíz del viento,
que los sueños  
nacieron de los astros y su espuma
como herencia de Dios
y confluían
en el son cenital de los badajos.

2 comentarios:

  1. Emocionalmente sorprendido me quedo con estos versos de Germán Pinto Recuero. Mi más sincera enhorabuena al poeta. Voy a buscar sus dos libros.

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