jueves, 15 de mayo de 2014

En el Café Gijón, celebración de Verbo Azul del Día del Libro (23 de abril de 2014)

Crónica de una lectura anunciada

El verso ha de ser como una espada reluciente, que deja a los espectadores la memoria de un guerrero que va camino al cielo, y al envainarla en el sol, se rompe en alas. 

José Martí 

Acostumbrado a que me lleven de la mano por Madrid, era la primera vez que pisaba esa calle. Miré aquí y allá para encontrar un cartel que me indicara el edificio de la ONCE, donde íbamos a reunirnos algunos miembros de Verbo Azul. Entonces esa mujer se me interpuso para preguntarme si acaso era un poeta extraviado. ¿Qué pinta tienes, Alejandro? me pregunté, tuve ganas de espejo y luego de esconderme; sin embargo, preferí mentirle y entonces me condujo hasta donde estaban los hacedores de versos. Así empezó para mí la tarde noche de los libros. Luego de las horas nos volvimos a encontrar, y esta vez muchos más, en el Café Gijón, donde viven otros grandes recuerdos, ahora unidos al nuestro.

Alguien del público dijo que nuestra lectura había sido una superposición de textos, que se superaban a sí mismos, tal vez debido a la calidad de los lectores y al tiempo, que va llenándonos de pequeños olvidos. Se leyó con ganas de agradar esa noche en el Café. Cada uno de los escritores trató de contribuir con lo mejor de sí en una noche obstinada en cambiar la luz del sol por otra interior, salida de las almas y los ordenadores. Hubo aplausos, fotos y pequeños excesos. En la calle escuché la queja de algunos oyentes a quienes no les dejaba escuchar el murmullo propio de las mesas del restaurante. Algunos viandantes que iban por esa acera del paseo de Recoletos se asomaron curiosos y tal vez añoraron sentarse a la vera de aquel mundo raro o lo hicieron o maldijeron la prisa… nadie sabe. Esa fue nuestra breve fiesta y a la vez una revisión del catálogo de nuestros sueños. 

Aún en la noche posterior llegaba por correo la emoción de algunos implicados en la lectura hecha por Verbo Azul en el mítico Café Gijón. Quienes estuvimos allí no pudimos más que sentirnos parte de una atmósfera que suma a sí misma una parte fundamental de la historia de la literatura viva y que ha vivido en España. 

Alejandro Cernuda 


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